domingo, 16 de mayo de 2010

Sin clientes no hay negocios

Se oye y se lee mucho sobre la calidad del servicio, la atención centrada en el cliente, los momentos de la verdad, la fidelización y muchas frases apuntando a contenidos que nos hacen ver que el cliente es importante, tanto que sin clientes no hay negocio.

Cuando nos toca ser clientes ¿cómo es que reconocemos una buena atención? “Quien no sabe sonreír que no ponga un negocio”, dicen los chinos.
Deben tener razón no sólo por ser muchísimos sino porque hace miles de años que lo vienen diciendo. No hay pues nada nuevo bajo el sol. Los clientes esperamos que se nos reciba con una sonrisa. Una sonrisa que nos haga ver que nuestra presencia es bienvenida, que somos importantes, que existimos, que le interesamos al dependiente de la bodega, del supermercado, de la oficina pública, que le interesamos al que nos atiende.

Sí pues, una buena bienvenida es el primer reconocimiento de una buena atención luego queremos sentirnos valorados que se nos atienda y entienda en nuestras necesidades, es decir que se nos escuche de verdad, que nos escuche el que nos atiende como si fuera LA PRIMERA vez que lo hace, con atención y disposición, con la mejor de las actitudes, es decir: con ganas.

Vamos ya reconociendo la bienvenida y la sintonía en la atención, a partir de ese momento empezamos a valorar el conocimiento del negocio o del procedimiento o del trámite: cuánto sabe o cuánto conoce quien nos atiende. En una buena atención debe reconocerse el toque profesional, el mismo que viene dado por el grado de conocimiento que muestra el dependiente acerca del producto o servicio que solicitemos. Esto se llama ofrecer asesoría y va desde conocer los ingredientes para una sencilla comida, las llantas pertinentes para nuestro automóvil, la opinión honesta sobre la ropa que nos probamos, el procedimiento exacto, etcétera.
Los clientes, en suma, esperamos de un dependiente que nos reciba con un saludo afectuoso, nos escuche con entusiasmo, nos trate con sonrisa y frases amables, resuelva lo que solicitamos, nos agradezca y despida con un “gracias y vuelva pronto”.

Los clientes estamos aprendiendo. Estamos aprendiendo a exigir, a darnos cuenta que podemos obtener más por nuestro dinero, a exigir rapidez, confiabilidad, seguridad, calidad y muchas otras cosas. Este aprendizaje está cruzando todos lo sectores así que ojo con los clientes porque son los que al final deciden.

Trata a los demás como quieres que te traten a ti”. Ponerse en el lugar del cliente es empezar a comprenderlo. Ponernos en sus zapatos, comprarnos el pleito como se dice popularmente, darle a entender que reconocemos su importancia, que estamos para servirlo y que nos interesa hacerlo de la manera más profesional posible. Después de todo el cliente sabe y nosotros debiéramos recordarlo siempre, que él es quien paga nuestro sueldo, quien decide si nuestro negocio sigue adelante o cierra. Es su decisión, tomada fundamentalmente por la experiencia buena o mala que haya tenido en la atención, la que hará que vuelva siempre o no vuelva nunca más.

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